Rencor y Perdon
Toda
sociedad que quiera vivir en armonía y equilibrio debe aspirar a
fundamentarse en unos valores sanos y constructivos. Cuando uno puede
escuchar núcleos de personas que se niegan a perdonar, a dialogar, a
llegar a un acuerdo, es cuando realmente podemos empezar a temblar
porque nos encontramos ante la raíz de los conflictos bélicos, en la
base del odio entre los hombres, ya que no existe tolerancia para con
los piensan de un modo distinto.
Parece que el ser humano no ha aprendido de la historia para saber de qué manera se construyen los pueblos y los países, hay unos modelos básicos de convivencia, unos límites que no podemos traspasar. Cuando nos dejamos llevar por nuestra parte pasional, por el orgullo, por la soberbia, es cuando estamos cultivando el odio y el rencor, dos actitudes que para nada sirven en un convivencia sana y democrática.
El papa Juan XXIII comenzaba su conocida encíclica Pacem in terris de la siguiente manera: “La paz en la tierra, profunda aspiración de los hombres de todos los tiempos, no se puede establecer ni asegurar si no se guarda íntegramente el orden establecido por Dios”.
Todos, por el hecho de ser personas, tienen derecho al respeto y a la libertad para buscar la verdad y manifestar sus ideas en los ámbitos más convenientes. Para ello es fundamental acostumbrarnos a sentarnos en la mesa del diálogo, a saber respetar a todos los que piensan de una manera distinta a la nuestra, ese es el gran reto para nuestra sociedad moderna. Tenemos que aprender a perdonar, a entender; una y otra vez lo podemos ver.
En la historia más reciente de España lo hemos podido comprobar, la guerra civil, donde tantas personas murieron simplemente por pensar de manera distinta, en donde se desató el odio y el rencor de unos con otros, los ajustes de cuentas, las venganzas, la profanación de las creencias religiosas, las muertes de los inocentes.
Ahora que se habla tanto de memoria histórica, hagamos de verdad eso, recordemos el mal que ha hecho en el mundo el odio y el rencor, el reabrir viejas heridas para provocar el enfrentamiento. La paz sólo puede triunfar con el perdón, con el esfuerzo por volver al orden establecido por Dios; la paz, sin el perdón, sin la búsqueda de la comprensión de las partes enfrentadas, no podrá nunca llegar a buen puerto.
El odio se aprende y se transmite, ¿qué legado queremos dejar? Sólo existe un método para poder llevar a cabo la paz, y es el entendimiento de unos con otros; entender las posturas enfrentadas no significa ceder ni aceptar ciertas ideas o planteamientos, sino saber ponerse en el lugar del otro. El conflicto siempre ocurre cuando una de las partes, o las dos, no están dispuestas a ceder y aceptar al otro como es o como piensa.
Hay una clave fundamental, el respeto. Se trata, no sólo de consentir que el otro sea distinto a mí, sino además de respetarle. Muchas veces no aceptamos al contrario y, al no hacerlo, atacamos de tal manera que le herimos o intentamos eliminarle.
El rencor produce frutos en nuestra sociedad y tenemos que aprender a detectarlos, así sabemos hacia qué dirección nos encaminamos. La mentira para deteriorar la imagen del que yo creo mi adversario, el insulto, la violencia, la calumnia, la extorsión, son las armas del enfrentamiento.
Desde estas líneas me gustaría manifestar mi inquietud por la paz en todos los pueblos de la tierra, por la tolerancia y el respeto. Que la violencia sea un recurso eliminado de cualquier sociedad y grupo, ese método sólo trae más violencia, una apuesta definitiva en contra de la guerra como la expresión más salvaje e injusta de cualquier sociedad. El diálogo, el ceder postura y luchar por el bien de las gentes son las claves para alcanzar un estilo diferente de vivir, y sabemos que es posible, pero para ello es importante que haya unos valores sanos y claros y no otros basados en el libertinaje y el relativismo, sólo así conseguiremos de verdad paz en la tierra.
Javier Abad Chismol.
Parece que el ser humano no ha aprendido de la historia para saber de qué manera se construyen los pueblos y los países, hay unos modelos básicos de convivencia, unos límites que no podemos traspasar. Cuando nos dejamos llevar por nuestra parte pasional, por el orgullo, por la soberbia, es cuando estamos cultivando el odio y el rencor, dos actitudes que para nada sirven en un convivencia sana y democrática.
El papa Juan XXIII comenzaba su conocida encíclica Pacem in terris de la siguiente manera: “La paz en la tierra, profunda aspiración de los hombres de todos los tiempos, no se puede establecer ni asegurar si no se guarda íntegramente el orden establecido por Dios”.
Todos, por el hecho de ser personas, tienen derecho al respeto y a la libertad para buscar la verdad y manifestar sus ideas en los ámbitos más convenientes. Para ello es fundamental acostumbrarnos a sentarnos en la mesa del diálogo, a saber respetar a todos los que piensan de una manera distinta a la nuestra, ese es el gran reto para nuestra sociedad moderna. Tenemos que aprender a perdonar, a entender; una y otra vez lo podemos ver.
En la historia más reciente de España lo hemos podido comprobar, la guerra civil, donde tantas personas murieron simplemente por pensar de manera distinta, en donde se desató el odio y el rencor de unos con otros, los ajustes de cuentas, las venganzas, la profanación de las creencias religiosas, las muertes de los inocentes.
Ahora que se habla tanto de memoria histórica, hagamos de verdad eso, recordemos el mal que ha hecho en el mundo el odio y el rencor, el reabrir viejas heridas para provocar el enfrentamiento. La paz sólo puede triunfar con el perdón, con el esfuerzo por volver al orden establecido por Dios; la paz, sin el perdón, sin la búsqueda de la comprensión de las partes enfrentadas, no podrá nunca llegar a buen puerto.
El odio se aprende y se transmite, ¿qué legado queremos dejar? Sólo existe un método para poder llevar a cabo la paz, y es el entendimiento de unos con otros; entender las posturas enfrentadas no significa ceder ni aceptar ciertas ideas o planteamientos, sino saber ponerse en el lugar del otro. El conflicto siempre ocurre cuando una de las partes, o las dos, no están dispuestas a ceder y aceptar al otro como es o como piensa.
Hay una clave fundamental, el respeto. Se trata, no sólo de consentir que el otro sea distinto a mí, sino además de respetarle. Muchas veces no aceptamos al contrario y, al no hacerlo, atacamos de tal manera que le herimos o intentamos eliminarle.
El rencor produce frutos en nuestra sociedad y tenemos que aprender a detectarlos, así sabemos hacia qué dirección nos encaminamos. La mentira para deteriorar la imagen del que yo creo mi adversario, el insulto, la violencia, la calumnia, la extorsión, son las armas del enfrentamiento.
Desde estas líneas me gustaría manifestar mi inquietud por la paz en todos los pueblos de la tierra, por la tolerancia y el respeto. Que la violencia sea un recurso eliminado de cualquier sociedad y grupo, ese método sólo trae más violencia, una apuesta definitiva en contra de la guerra como la expresión más salvaje e injusta de cualquier sociedad. El diálogo, el ceder postura y luchar por el bien de las gentes son las claves para alcanzar un estilo diferente de vivir, y sabemos que es posible, pero para ello es importante que haya unos valores sanos y claros y no otros basados en el libertinaje y el relativismo, sólo así conseguiremos de verdad paz en la tierra.
Javier Abad Chismol.
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