SITIAR EL CONGRESO



ASALTO AL CONGRESO


Los indignados, los insatisfechos, los cabreados, vuelven de nuevo a la calle, bueno no vuelven, es que viven en la calle, todos los días manifestaciones, quejas, abucheos, pero ¿Por qué no buscan como ganarse la vida? ¿Por qué no empiezan a construir España? Es la queja sistemática que acaba en una profesión, que es la de manifestante profesional.
Ahí los veíamos el otro día diciendo sitiar el Congreso de los Diputados, con su picnic, con sus pancartas, con sus móviles de última generación para grabarlo todo y chateando sin parar por las redes sociales de todo lo que esta  pasando. Es muy curioso primero vemos a un grupito de desmelenados provocando a la policía, lanzándoles objetos, insultándoles y una y otra vez, y cuando la provocación tiene el resultado deseado, es decir, que la policía les quiere parar los pies a estos incivilizados es cuando empiezan las fotos, una tras otra, es entonces cuando ya afirman que les han pillado, que la policía es brutal y despiadado, que ellos no hacían nada, pobres chicos, simplemente pasaban por ahí.


¿Hasta cuando veremos estos espectáculos? Esa es la fama que el mundo va teniendo de España, la de falta de control, la de las manifestaciones continuas, la queja continua a los políticos, pero eso sí, la izquierda no pierde la oportunidad para arrimarse a los enfadados antisistema, quieren estar con ellos, una vela Dios y otra la diablo.
Sitiar el Congreso es lo más parecido a un golpe de Estado, a una chulería de unos pocos que desprecian la democracia y se ríen de esta, que no reconocen a los gobiernos legítimos, y que nos quieren llevar algo así como a la Revolución francesa, cortar cabezas, acabar con la monarquía, independencia de Cataluña, boicot e eliminación de la Constitución Española de 1978, y todo consentido y medio aplaudido por la izquierda y por los sindicatos.
Las nuevas pistolas son el acoso, el insulto, el asustar a los políticos y a los ciudadanos, con esto nos asaltan a todos y construimos un país de miedos y de desconfianza.

Javier Abad Chismol

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