Me venía a la cabeza una película muy interesante de Paco
Martínez Soria en la que un cura un tanto ya antiguo se enfrentaba con los
cambios provocados por el Concilio Vaticano II, y que le proponían que se
modernizada, que atrajera a las personas a la Iglesia con nuevos métodos, era
cuando la Iglesia montaba cine club, campamentos, equipos deportivos, incluso grupos
de Rock, todo para llenar una Iglesia que parecía que se quedaba vacía, y esto
era hace más de treinta años, a la larga no se ha visto que sirviera para
mucho, por lo menos para acercar a la gente a la Iglesia o a la fe.
Sigue habiendo estos grupos periféricos, que están pero no
están, cuya inquietud no es tanto religiosa, es más bien social o afectiva, consecuencias
de una apertura un tanto secularizada. Pero volviendo a la película en que el
cura tras ver el trabajo de otras parroquias, y viendo que a la suya no venía
nadie, decide hacer un Belén viviente y que lo retrasmita la TVE, y así consiguió
que todos los feligreses y vecinos acudieran, no por ir a la Iglesia sino por
salir en la televisión.
Pues de la misma manera hoy se usa el Belén, para que así
todos hablemos, la alcaldesa de Barcelona nos dejó un Belén el año pasado con
sillas vacías, como dando a entender que la Iglesia y la tradición del Belén es
trasnochada y solo es social o cultural. Este año se supera, se gasta más de
90.000 euros en un Belén trastero, lleno de cajas, elementos navideños
guardados, pero no un Belén, recordemos que la tradición del Belén nos viene de
San Francisco de Asís por dar una catequesis y testimonio a través de las imágenes
y la recreación del nacimiento de Jesús.
Dicho esto, ¿Qué se pretende con esto? En primer lugar que
hablemos de ello, y en segundo el mensaje subliminal de que la Navidad tal como
se entiende está desfasada.
Lo que ocurre con esto es que usan los que no creen para
faltar a los creyentes, si no creen que no hagan nada, y que no paganicen la
fiesta por pura ideología.
Javier Abad Chismol
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