NAVIDAD SIN NIÑO

DEJAR AL NIÑO EN LA CALLE


Una vez más celebramos en todos los hogares algo que llamamos Navidad, y digo algo porque la mayoría de gente nos sabe ni lo que está haciendo. Es realmente triste que no seamos capaces de llenar de contenido estas fiestas tan emotivas.

Me gustaría en estas breves líneas decir algo al respecto, pero no como reproche a nuestra sociedad de consumo y a todo el montaje comercial que existe al respecto. Es Navidad, es el nacimiento del hijo de Dios, eso es lo que precisamente celebramos, es motivo de gozo y alegría, y tú ¿por qué la celebras? Si no creemos en Dios, si no creemos que ha nacido un salvador, ¿de dónde viene esa alegría? Una alegría que puede estar vacía de autenticidad, en definitiva, no sé lo que hago, simplemente me dejo llevar por la corriente de lo que toca, aunque pueda ser tan ciego de no darme cuenta de lo que ellos piensan.

Muchas familias se reunirán e la mesa, se “tirará la casa por la ventana”, es momento de fiesta, y los agnósticos, los no creyentes, celebrarán sin saberlo el nacimiento de su enemigo, y se brindará seguramente con cava… La actitud será la misma que hace más de dos mil años, todo el mundo estará caliente en sus casas, celebrando, comiendo, haciéndose regalos, y de nuevo aparecerá María con San José y llamarán a la puerta, pidiendo un lugar y un sitio en tu casa, en tu corazón, y de nuevo se les volverá a decir que no hay sitio en la posada, porque la gente está muy ocupada con sus cosas en su mundo materialista y egoísta.

Dicen que es un momento de paz y alegría y más que nunca en este tiempo surge la tristeza, la depresión, la soledad; algo falla en este montaje navideño lleno de figuras que nada tienen que ver con el niño Jesús, luces que no iluminan y estrellas que nadie quiere seguir. Pero no importa, la paciencia y el amor de Dios seguirá desbordando un mensaje de paz para el mundo entero, porque a pesar de la venda en los ojos y los tapones en los oídos, Él volverá una Navidad más a nuestros hogares y a nuestros corazones.

Llenemos nuestra Navidad de generosidad para recibir ese mensaje que va más allá de unos pocos días, de unos regalos que pasan, de unas personas que un día dejarán de estar con nosotros, en definitiva contar con lo único que perdura siempre, el amor derramado en nuestros corazones. No hagamos como los posaderos de Belén, no dejemos al niño Jesús este año en la calle, dejémosle entrar en nuestro corazón. Él nos dará lo que verdaderamente necesitamos, la auténtica felicidad.

Javier Abad Chismol

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